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Actualidad y futuro del transporte y la movilidad sostenible

Seguro que alguna vez has visto o incluso sido parte de un kilométrico atasco lleno de coches, el sonido de sus bocinas y gruesas nubes de gases y humo contaminantes. ¿Sabías que esto se debe, en pocas palabras, a la popularidad que alcanzó un sistema de transporte sobre otro? Es decir, el uso del coche personal sobre el transporte público. ¿Qué podemos hacer para movernos de forma más ecológica? La respuesta la tiene la movilidad sostenible.

¿Qué implica la sostenibilidad?

Cuando aplicamos el concepto de sostenibilidad al transporte, estamos designando la preocupación ante los numerosos problemas medioambientales y sociales que se derivan de la supremacía del uso del coche personal sobre otros medios como modelo de transporte por excelencia.

Esta normalización del uso prioritario de un coche particular ha acarreado una serie de consecuencias negativas como las grandes emisiones de gases de efecto invernadero, el consumo indiscriminado de energía y combustibles fósiles, los numerosos efectos negativos sobre la salud de los habitantes de las ciudades más pobladas y la congestión de las vías de circulación.

Ante esta situación tan nefasta, una gran parte de la sociedad se propuso idear un nuevo modelo de transporte y sustituirlo por el establecido; no hablamos solo de un nuevo modelo alternativo de movilidad, nos referimos también a un nuevo modelo de ciudad, la ecociudad.

La ciudad sostenible

También conocida como ecópolis, es una ciudad que se diseña siguiendo principios ecológicos y de desarrollo sostenible, una urbe que huye de la polución, la acumulación de basuras y el deterioro del medioambiente.

Este modelo de ciudad sostenible es capaz de abastecerse a sí misma sin sobreexplotar la tierra de las zonas rurales que la rodean. Además, contempla la realización de todas las actividades normales de una urbe a cambio de la menor huella ecológica posible, por lo que también podemos afirmar que las eco-ciudades luchan contra el calentamiento global y otros problemas que aquejan al medioambiente.

Como ya habrás podido deducir, las principales características de las ecópolis son:

  • La agricultura a pequeña escala, encargada a la propia ciudadanía, para de ese modo reducir las distancias que tienen que recorrer los alimentos —el valor de la huella de carbono conocido como «foodmiles»—.
  • El uso de fuentes de energía renovables como la solar —gracias a placas fotovoltaicas y colectores térmicos—, la eólica —mediante aerogeneradores—, etc.
  • El diseño y construcción de los edificios y las viviendas siguiendo las pautas de la arquitectura bioclimática para reducir el gasto energético y el impacto medioambiental.
  • La mejora de los sistemas de transporte público y la peatonalización de la mayor parte de las vías públicas para reducir el uso de combustible fósil de los coches.

Las actividades que se llevan a cabo en pos de la movilidad sostenible —y, por tanto, aquellas que intentan reducir los efectos negativos antes mencionados— pueden responder tanto a personas concienciadas con el cuidado del medioambiente, como a empresas responsables del desarrollo tecnológico del transporte sostenible y a administraciones públicas encargadas de educar a la población en prácticas alternativas y ecológicas.

En lo que respecta a las administraciones, las políticas de movilidad sostenible que fuesen a desarrollar deben asegurar cinco puntos básicos e imprescindible:

  • El aumento de la eficiencia del modelo de transporte.
  • La mejora de la accesibilidad a estos servicios por parte de todos los ciudadanos.
  • El incremento de la calidad de vida de la población, así como la salvaguarda de su salud.
  • Aumentar la seguridad de los transportes.

Algunos ejemplos más concretos de estas medidas son:

  • La planificación y el diseño urbanístico debe ser de tal forma que garantice un uso predominante y no motorizado de sus vías, así como asegurar la proximidad de todos los servicios y regular el uso responsable del coche como vehículo personal. Además, la construcción de túneles, niveles y atajos no debería ser la respuesta a la congestión.
  • El transporte público y otros métodos alternativos y sostenibles —como la bicicleta o los vehículos compartidos— deben disfrutar de deducciones fiscales. Además, la compra de vehículos eléctricos o híbridos debería estar subvencionada para facilitar la transición entre combustibles.
  • El pago por el servicio de transporte público debería reducirse y unificarse mediante el uso de abonos por temporadas —un mes, tres meses, una año, etc.— Además, estos abonos deberían servir para moverte por toda una comunidad autónoma. Gracias a estas medidas, otro objetivo es el de recuperar el ferrocarril, abandonado a favor del avión por sus tarifas más económicas.
  • La sustitución de los motores de combustión interna por motores eléctricos en el transporte público.
  • Promocionar el uso compartido del coche, de forma en la que se compartan los gastos de viaje de vehículos personales y el conductor no reciba ninguna remuneración. De lo contrario, supondría la competencia desleal de determinados servicios de transporte público.

En este caso, conviene destacar prácticas como el motosharing y el carsharing.

Carsharing y motosharing

El carsharing es un nuevo sistema de movilidad urbana que consiste en el alquiler de coches —en la mayoría de los casos con motores eléctricos— para su uso por un periodo de tiempo determinado, desde minutos hasta horas. Y lo mismo se aplicaría al motosharing como actividad.

Estos nuevos métodos de transporte cuentan con muchas ventajas —como espacios exclusivos para aparcar o un coste muy reducido— y además son respetuosos con el medioambiente.

El presente del transporte sostenible

A estas alturas seguro que os preguntareis qué opciones tenemos para movernos por nuestra ciudad de forma sostenible. Por suerte, cada vez contamos con un abanico más amplio de opciones según nuestras preferencias o de las posibilidades que ofrezca nuestra ciudad.

Podemos comenzar por hacer una primera división en tres categorías: el transporte público, los vehículos personales híbridos y eléctricos, y el transporte ligero. A su vez, dentro del transporte público, diferenciaremos entre trenes —o aquellos medios de transporte que circulan sobre raíles— y buses. Sobra decir que, aunque el transporte público siempre sea una opción menos contaminante que el uso del coche, en este apartado ignoraremos aquellos que utilicen motor de combustión.

Autobús eléctrico

Como seguramente ya sabrás, los autobuses son aquellos vehículos de mayor tamaño, diseñados para transportar a un numeroso grupo de personas a través de un núcleo urbano, en este caso propulsados gracias a la electricidad. Encontramos varios tipos:

  • Trolebús. El trolebús toma la electricidad de un tendido de cables gracias a dos astas que posee en la parte superior. Este ejemplo de movilidad sostenible, al alimentarse de energía eléctrica, no emite gases de efecto invernadero. Su capacidad ecológica puede ir aún más allá utilizando fuentes renovables para satisfacer sus necesidades energéticas.

No obstante, el recorrido del trolebús está limitado a aquellos lugares donde haya catenarias —el cableado aéreo que le suministra la electricidad— y, además, si la zona o la ciudad sufre un apagón, el vehículo dejará de funcionar.

  • Girobús. El girobús, por su parte, se sirve de la energía cinética que acumula el volante de inercia —un ingenio que continúa moviéndose a pesar de que el motor se detenga— para producir energía eléctrica gracias a un generador. Incluso el empujón de energía inicial para ponerse en marcha puede responder a un motor eléctrico y no a uno de combustión.

Al igual que el trolebús, no produce emisiones y por tanto no contamina la atmósfera. Además, no depende de ninguna instalación de cableado a diferencia del primer caso; no obstante, el peso de los volantes de inercia y las velocidades que alcanzan hace que sean necesarias estrictas medidas de seguridad.

  • Autobús con motor eléctrico alimentado por una batería.

Tren

En esta categoría agruparemos a todos aquellos sistemas de movilidad sostenible que están compuestos por vagones unidos entre sí y que circulan por carriles fijos —una definición breve y sencilla de lo que es un tren al fin y a cabo—:

  • Tranvía. Tradicionalmente se servían de un cableado aéreo para tomar electricidad y propulsarse pero, con el paso del tiempo, se desarrollaron tranvías capaces de alimentarse gracias a un un raíl adicional electrificado o baterías incorporadas en el mismo vehículo.

Este sistema de transporte no emite gases de efecto invernadero y, por tanto, no contamina. Además, el ratio de energía consumida por pasajero lo hace uno de los transportes más eficientes —por ejemplo, más que el metro—.

El tranvía resulta muy adecuado para personas con movilidad reducida gracias a que es muy accesible y, por si fuera poco, es muy seguro a la hora de circular. Sin embargo, el tranvía es incapaz de rodear un obstáculo en su trayecto, sus infraestructuras son muy costosas y su velocidad no es gran cosa.

  • Metro. Este sistema de trenes compone una extensa red que recorre una ciudad, combinando trayectos subterráneos y en el exterior. En comparación con el tranvía, esta opción de movilidad sostenible permite transportar a un número mucho mayor de personas. Su atractivo es, precisamente, esta velocidad aplicada a distancias cortas.
  • Monorriel. En este caso, los vagones conectados se desplazan sobre una estructura con un solo raíl o, incluso, ¡pueden estar suspendidos por la parte superior!

Este sistema es muy silencioso y, además, incapaces de descarrilar, por lo que son muy seguros.

No obstante, es bastante engorroso acceder al monorriel y, en caso de emergencia, es imposible evacuar el vehículo inmediatamente debido a que la infraestructura del raíl se encuentra a una altura considerable.

  • Tren de alta velocidad. Este tipo de tren es capaz de alcanzar desde los 200 hasta los 250 km/h pero necesita vías férreas especiales.
  • Tren de levitación magnética. Considerado la siguiente evolución de los trenes de alta velocidad, este sistema consiste en suspender y propulsar los vagones gracias a un conjunto de imanes. La velocidad que es capaz de alcanzar el tren de levitación magnética —o maglev— aumenta de forma considerable si se utiliza dentro de un túnel al vacío.

Debido a que el vagón no roza el raíl, el consumo de energía necesario es menor y, además, el descarrilamiento es prácticamente imposible.

Llegados a este caso, si seguimos prefiriendo el uso de un vehículo personal, deberíamos intentar optar por las opciones más ecológicas y sostenibles. En el caso de los coches, los modelos híbridos o aquellos que se propulsan gracias a un único motor eléctrico son ya toda una realidad establecida en el mercado de la automoción.

Otra alternativa —quizás desconocida— de coche compatible con la movilidad sostenible es el vehículo de hidrógeno. En este caso, el coche utiliza hidrógeno diatómico como combustible para propulsarse. Pero ¿cómo lo hace? El coche puede quemar el hidrógeno al igual que con los combustibles fósiles tradicionales o puede oxidarlo gracias a una pila de combustible. Al oxidar el hidrógeno, pierde electrones que se utilizan para generar corriente eléctrica.

El único «residuo» resultante de la oxidación del hidrógeno es agua, que se puede utilizar a su vez para generar energía adicional gracias a una micro-turbina. Por lo tanto, el coche de hidrógeno con pila de combustible tampoco genera emisiones nocivas.

También contamos con camiones eléctricos, perfectos para empresas y transportistas concienciados con el cuidado del medioambiente y el cambio climático. Y no podemos olvidarnos, por supuesto, de las motocicletas y las bicis eléctricas, las opciones más ágiles y rápidas contra la congestión y el tráfico, además de respetuosas con el medioambiente.

Por último, cabe mencionar brevemente la figura de los transportes ligeros, dispositivos que han ganado una enorme popularidad y que seguramente hayas visto circulando por el centro de tu ciudad. Estamos hablando del segway, el hoverboard y el uniciclo autoequilibrado. Estos tres ingenios se basan en el uso de sensores, giroscopios y ordenadores para garantizar un equilibrio automatizado.

¿Qué nos espera?

En el horizonte de los próximos avances tecnológicos, merece no perder de vista el trayecto de ciertos transportes que parecen sacados de la ciencia ficción más futurista pero que, con el paso del tiempo, cada vez tienen menos de ficción:

  • El barco eléctrico. Embarcaciones propulsadas por motores eléctricos alimentados —en el caso del proyecto PlanetSolar— por energías renovables como la solar.
  • La aeronave eléctrica.
  • El biocombustible para aviones. La compañía Airbus, junto a otras, se ha propuesto desarrollar para 2030 un biocombustible capaz de alimentar a un tercio de todos los aviones del mundo sin perjudicar las reservas alimenticias. Para ello, se está manejando la posibilidad de servirse de algas —que además absorben CO2 durante su crecimiento—.
  • Los coches voladores —como el prototipo PAL-V Liberty—, la opción perfecta para acabar con los atascos.
  • La moto inteligente. Un claro ejemplo es el prototipo de BMW, el modelo Motorrad Vision Next 100. Se trata de una moto equipada con un asistente con inteligencia artificial —para aumentar la seguridad—, un sistema de autoequilibrio que le permite mantenerse siempre en posición vertical y gafas de realidad aumentada.
  • Hyperloop, el nombre comercial dado por Elon Musk —conocido empresario y filántropo— al futuro sistema de transporte de mercancías y personas gracias a tubos al vacío.

En resumidas cuentas, recorrer nuestra ciudad de forma respetuosa con el medioambiente es posible gracias a los transportes públicos y a los coches eléctricos que podemos encontrar hoy en día. Sin embargo, no tenemos que para aquí; por ello merece la pena poner nuestra mira en el futuro, un futuro en el que las eco-ciudades están pobladas por espacios verdes, peatones, trenes magnéticos y motos inteligentes.

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